La dorada se alimenta de lo que el ecosistema de cada lugar puede albergar. Por eso primaremos siempre el uso de cebos autóctonos. ¿De qué está poblado el fondo del lugar dónde estamos pescando? Algunos de navajas, otros de cangrejos, otros de coquinas, etc. Aunque algunos anélidos como la tita o el americano funcionan realmente bien, prestaremos especial atención a crustáceos y vivalvos. La dorada también gusta de otro tipo de alimentos más blandos como el pulpo, calamar o sepia.
Os mostramos a continuación los 10 mejores cebos para la pesca de la dorada.
1. Navaja.
La navaja, también llamada muergo es el cebo por excelencia para la pesca de la dorada. Podemos utilizar las que encontraremos en la playa tras una gran marejada o bien, a falta de estas, comprarlas en la pescadería. Para utilizarla de cebo abriremos las valvas y extraeremos la parte carnosa del interior, por la cual pasaremos una aguja de cebar y daremos varias vueltas de hilo elástico para evitar que se salga durante el lance. Después pasaremos al anzuelo con cuidado y terminaremos la operación dejando el anzuelo en el pie musculoso.
Si la navaja no es fresca, es mejor haberla tenido un par de días en sal con lo que conseguiremos que este más dura y no hará falta hilo elástico para el lance.
2. Tita.
La tita o bibis es junto a la navaja uno de los mejores cebos para la pesca de la dorada. Este gusano lo podemos encontrar en muchos tamaños desde 3 cm hasta 15 cm de largo y hasta 3 cm de ancho. Es uno de los cebos de mayor uso y aceptación por parte de los pescadores por su piel dura y gran resistencia a los peces de menor tamaño.
Nos serviremos de una aguja de cebar, que no tenga punta, para intentar atravesar el gusano, por la probóscide, intentando que no se escape el líquido por el que está compuesto, después pasaremos el hilo por el interior de la aguja (por la parte donde no está el anzuelo) para que al retirar la aguja que dentro del gusano. Bajamos la tita para que cubra el anzuelo de aproximadamente el nº4. Si la tita es muy grande podremos también abrirla y usar trozos de la misma como si de chipirón se tratase.
Podemos conseguir titas en las tiendas de artículos de pesca, normalmente en cajas con unos trocitos de algodón humedecidos o piedrecitas. Pueden ser de color marrón o de color rosado.
Evitaremos comprarlas congeladas.
3. Cangrejo.
Habrá que procurarse cangrejos no demasiado grandes y conservarlos en un cubo con poquísima agua. Lo podemos ir a buscar entre las algas de la zona de playa donde rompen las olas, sirviéndonos de una pequeña red de mallas pequeñas y mango largo.
Para utilizarlo debidamente, tenemos que extirpar al cangrejo al menos una de las patas posteriores, en cuyo lugar colocaremos luego, delicadamente, nuestro anzuelo, evitando ir a tocar el cuerpo del cangrejo.
Así puesto, el anzuelo será confundido por la dorada con una de las patas del cangrejo y no pondrá reparos en comérselo, primero aplastándolo y luego engulléndolo. Cuando, por último, intente alejarse, será el momento de clavar.
4. Gusano americano
El americano es de uno de los gusanos más efectivos, también llamado en algunos lugares “gusano de sangre”. El líquido que le da nombre no es exactamente sangre pero lo parece y tiene gran poder de atracción para los peces. Es un gusano resistente, que aguanta bien los lances más largos y los ataques de la morralla. Su tamaño medio suele estar entre los 8 y los 10 cm, aunque los más grandes pueden llegar a medir casi 30 cm.
No debemos cortar nunca este gusano, por muy grande que sea. Usaremos preferiblemente un anzuelo de pata larga de un tamaño que oscile entre el nº4 y el nº1. Para poder meterle mejor la aguja es preferible que saque su boca totalmente, para lo que se le puede estimular rozándolo.
5. Ermitaño.
El ermitaño constituye un magnífico cebo que puede ser recolectado sin esfuerzo durante las horas de bajamar. Si no tenemos posibilidad de recogerlo nosotros, deberemos procurárnoslo directamente por medio de los barcos pesqueros (que se encuentran a miles cuando limpian las redes de arrastre) o en la pescadería.
Para su conservación basta ponerlos en un cubo con poca agua, que deberemos cambiar a menudo ya que pronto se ensucia.
La dorada, a pesar de su poderosa dentadura, no muerde la concha del ermitaño porque contiene actinia, que le irrita la boca. Deberemos romper con un martillo la concha, evitando lastimar el cuerpo del crustáceo, Luego lo pasaremos por el anzuelo, tras haberle quitado las dos pinzas anteriores, atravesándole el abdomen hasta el punto en que empieza la cabeza.
Para sacarlo de la concha, bastará con calentarla con un mechero o en una pequeña parrilla. Tan pronto como sienta que su tradicional refugio quema y se ha vuelto, por tanto, inhabitable, el indefenso magurio saldrá despavorido.
6. Almeja
Las almejas, como otros moluscos bivalvos viven enterrados en la arena, y tienen forma redondeada y concha dura. Se pueden ofrecer sin concha o con un trozo o una parte de ella e incluso entera.
Podemos hacernos con este cebo rastrillando la arena durante la bajamar en la misma playa, o bien comprarlo en el mercado o la pescadería.
Hay que presentarlos frescos.
7. Mejillón.
Se hace añicos la concha con una piedra y luego se extrae la carne del mejillón con la ayuda de una navaja o cuchillo pequeño, procurando quitar los ligamentos que la mantienen unida a la concha. Luego se pone la carne en el anzuelo pasando este último un par de veces por la parte más dura de aquella, que es la blanca. Se toma después otro mejillón y, con la navaja, se le abren las valvas lo mínimo necesario para hacer pasar entre ellas el anzuelo antes cebado con sólo la carne. Luego se cierran y se atan con una decena de vueltas de hilo elástico.
El mejillón constituye desde un cebo muy apreciado por la dorada, lo que queda patente por el hecho de que, cuando consigue penetrar en un criadero, se los come de manera voraz.
En nuestro caso la dorada cogerá el mejillón cerrado por la parte de la punta, lo hará añicos lo dejará caer sobre el fondo para luego volvérselo a meter en la boca y masticarlo. Está claro, pues, que deberemos proceder al clavado al segundo toque.
8. Arenícola.
También llamada lombriz de tierra, la arenícola, al ser un gusano muy frágil, deberemos emplear un anzuelo de aguja cuya caña sea muy delgada, lo que comporta un cierto riesgo en cuanto a resistencia, de hecho la dorada, con su volumen, consigue enderezar sin problemas anzuelos bastante más fuertes.
La arenícola se anzuela de manera que forme un mechoncito que deberá tapar totalmente el anzuelo. Usualmente se usan lo que se denomina aguja de cebar y consiste en introducir previamente la lombriz en la aguja para después, insertando la punta del anzuelo en un extremo, traspasar todo el gusano al anzuelo y parte del hilo.
La arenícola que generalmente la encontramos en la tienda y nos la proporcionan con serrín. Puede conservarse dentro de una caja de polietileno con poca agua, que tendremos la precaución de cambiar a menudo.
9. Sepia.
La sepia, jibia o choco utilizaremos tiras de sepia muy frescas de 1 cm de grosor principalmente de la barriga, aunque realmente todo el cuerpo es aprovechable. Si la compramos en tiendas de pesca o lonjas deberemos mantenerlos manchados de tinta para conservar el olor. Las anzuelaremos con una aguja como si se tratase de un gusano y si vemos que es necesario podemos asegurarla con un poco de hilo elástico. Las patas también son efectivas y se anzuelan directamente de forma muy sencilla.
Es muy importante asegurarse de que las sepias han sido capturadas en el mismo día o el día anterior. De nuevo descartaremos productos congelados que no son del agrado de las grandes doradas. Lo ideal es conseguir un choco de trasmayo fresco y mantenido en su tienta que no haya tocado nunca el agua dulce.
Una característica de este cefalópodo es la gran cantidad de fósforo que alberga en su composición, lo que lo convierte en uno de los mejores cebos para su uso por las noches.
Bastará con ir girando la sepia por la noche para observar en la panza el destello verde de fósforo. Si además el lomo exterior está marrón oscuro en vez de rosado nos aseguraremos de que tenemos un producto fresco y apetecible para las doradas.
10. La galera.
La galera es un crustáceo de reducidas dimensiones. Se trata de un feroz depredador arenícola que vive en túneles que le sirven de guarida y de puesto de caza. Acecha a sus presas y, cuando se ponen a distancia de tiro, las atrapa con sus pinzas para devorarlas a placer dentro del túnel que le hace las veces de madriguera.
Guarda cierta semejanza con la cigala o con el cangrejo de río, pero sus hábitos no tienen nada que ver con los anteriores. Podemos atrapar galeras sirviéndonos de un tubo a modo de aspirador, que colocaremos sobre la boca del agujero donde vive, para “absorber” al animalillo y sacarlo de su guarida.
Lo más sencillo, sin embargo, sería comprarlo, aunque su precio suele ser desproporcionado.
La galera se encarna con facilidad –sus pinzas son blandas e inofensivas- y puede reportarnos muy buenas capturas.